Perfil sanitario nacional 2019. OCDE |
Saber lo sabemos, porque lo vivimos y me atrevo a decir que en algunos casos lo sufrimos como profesión y como sociedad. Que la OCDE lo incluya en sus informes no es nuevo, y como parece que lejos de solucionarse se cronifica, merece la pena parar unos minutos a reflexionar sobre por qué la contratación de enfermeras debe ser una prioridad en la política sanitaria.
Cierto es que el número de enfermeras ha mejorado algo en los últimos años, pasando de una ratio de 5,2 enfermeras por cada 1000 habitantes (según informe OCDE de 2016) a 5,7 en la actualidad, números muy alejados de la media europea que se sitúa en 8,5 enfermeras por cada 1000 habitantes.
Ahora bien, la situación española es especialmente grave, ya que muchas de esas enfermeras se encuentran en una situación de inestabilidad laboral, con contratos temporales y a tiempo parcial, lo que se traduce en una importante rotación del personal dentro del sistema sanitario, cuestión que va diametralmente en contra de la continuidad de la atención, tan necesaria para ofertar un buen servicio de calidad.
Y no, no estoy exagerando, si una enfermera hoy está una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y mañana está en una consulta de pediatría en Atención Primaria, por más que ella quiera estar muy formada y ser muy competente, la calidad de sus cuidados se merma, porque no tiene continuidad, no conoce al usuario ni el entorno en el que se desenvuelve, y porque para pasar de principiante a experta se necesita tiempo, saber y saber hacer y el hacer nos lo da el día a día.
Ésta, por tato, es la fotografía de la estructura de nuestros servicios sanitarios en relación al personal de enfermería: peores ratios, contratación inestable y alto nivel de rotación de los profesionales. Veamos ahora la imagen de la población que se atiende, sus necesidades de cuidados y los resultados en salud obtenidos hasta el momento.
España tiene la esperanza de vida más elevada de la Unión Europea (UE). Las personas de edad constituyen un porcentaje cada vez mayor de la población, casi uno de cada cinco españoles (19%) tienen 65 o más años y la previsión es que antes de 2050 sea uno de cada tres (36%).
Paralelamente, casi el 60% de las personas de más de 65 años padecen una o varias enfermedades crónicas y al menos uno de cada cinco padece alguna limitación para las actividades de la vida diaria (AVD), lo que puede requerir algún tipo de apoyo para el autocuidado. El incremento de las personas de edad, la patología crónica y la discapacidad añade presión al sistema sanitario, lo que estas personas necesitan son cuidados y previsiblemente durante un largo periodo de tiempo.
En relación a la mortalidad, la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares siguen siendo las principales causas de muerte. Encabezan la lista también patologías como el cáncer de pulmón, el cáncer colorrectal y la enfermedad obstructiva crónica (EPOC), y llama la atención por incremento drástico, la mortalidad por enfermedad de Alzheimer.
Más de un tercio de estas muertes pueden atribuirse a factores de riesgo por comportamientos, donde destaca el consumo de tabaco, los riesgos asociados a la alimentación, el consumo de alcohol y la poca actividad física. Las cifras de tabaquismo en los adultos son superiores a la mayoría de los países de la UE, por otro lado la obesidad es un problema que va en aumento en nuestro entorno.
Todo lo anterior se cuida, algunas veces desde la promoción de la salud, otras desde la prevención y casi siempre desde el apoyo en el autocuidado. En nuestro sistema, corresponde la prestación de cuidados a los enfermeros, y las competencias básicas y avanzadas al respecto han quedado claramente descritas en la regulación de las especialidades, pongamos como ejemplo la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria.
Esta demanda de cuidados a la que nos estamos enfrentando, y que va en aumento, supone un alto nivel de exigencia para la Atención Primaria, ámbito asistencial que en los últimos años gana en resolutividad pero no en enfermeras en la misma proporción. Tanto es así, que el Marco Estratégico para la Atención Primaria, se plantea como objetivo a medio plazo incrementar el número de enfermeras contratadas de tal forma que se llegue a un médico/a - un enfermero/a por cada cupo de atención. Lo anterior, además de parecerme pobre por definición, ya que la necesidad de cuidados no depende de ninguna categoría profesional, sino de realidades en función del GMA, los determinantes sociales, el envejecimiento o la dispersión geográfica; también me parece utópico de momento, puesto que este ambicioso marco ve la luz en abril de 2019 y a las puertas del 2020 sigue sin asignación presupuestaria que respalde su aplicación.
Por tanto, se necesita una planificación estratégica y también inversión en el sistema sanitario. La población necesita cuidados, la demanda va en aumento y la sostenibilidad del sistema está en peligro.
La profesión clave, con competencias definidas y capacidad de resiliencia para aguantar este impacto en el sistema, es la profesión enfermera. Urge una planificación estratégica desde las políticas sanitarias.